sábado, 7 de mayo de 2016

El pecado, de Franz Stuck

Aquel cuadro me llamaba, era de noche, y el museo estaba vacío y a oscuras. No pude evitar perderme en sus curvas y musitar.
-Eres tan preciosa
-Gracias- respondió aquella joven desde la pintura- muchos antes que tú pensaron lo mismo, pero ninguno se atrevió a decirmelo.
-Bueno, pues no veo por qué temen decir la verdad.
-Quizá temen que los tomen por locos. Reconoce que no es muy habitual hablar con los cuadros.
-Yo ya estoy loco, tampoco tengo nada que perder. De hecho, estoy tan loco que quisiera abrazarte. Si pudiera...
-Prueba a ver
Me acerqué poco a poco y rocé aquel lienzo, ahora acuoso. Sin embargo, un siseo me sobresaltó e hizo que retirara la mano bruscamente.
-La serpiente...- balbucí, con cara de idiota.
-Oh, sí, tranquilo, ella es mi carcelera. Pero no te preocupes, a ti no te hará nada.
-¿Carcelera? ¿A caso cometiste algún delito?
-No exactamente, más bien yo soy el delito en sí.
Yo no entendí bien aquellas palabras. Aquella serpiente me seguía haciendo sentir incómodo. Por primera vez me pregunté si todo aquello no era demasiado raro, y quién era aquella joven del cuadro. A pesar de estar excitado, un fogonazo de prudencia atravesó mi mente, y se materializó en mi siguiente pregunta:
-¿Quién eres?
-¿Acaso no has visto como me llamo?- y señaló el pequeño rótulo junto a su marco: "El pecado"
-Acercate, quiero verte mejor- le rogué- sal de esas tinieblas que ocultan tu cara.
Y la joven dejó ver su rostro. Era un rostro apagado, cadavérico, sin vida. Sus labios estaban azules, amoratados, y sus mejillas se hundían en una cara que más que cara parecía calavera.
Habló: Soy un recipiente hueco, una urna rota. Soy un ente de belleza pura y física, nada más que eso. Represento el pecado del deseo, un deseo que solo satisface al cuerpo, pero no al alma. De esta misma, yo no tengo, por eso estoy tan vacía. Y la serpiente me guarda enroscada a mi alrededor, como recuerdo de que nada hay en mi interior, y nada puede entrar para cambiarlo. Soy el infinito vacío .-
Entonces me acerqué poco a poco, toqué su piel escarchada, acaricié sus senos de estaño. La besé.
-Yo deseo la belleza- pensé, mientras mi corazón se helaba.

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